Estación de tren
En 1875, Chascomús, ubicada en la provincia de Buenos Aires, Argentina, a unos 123 kilómetros al sur de la capital federal, era una ciudad en transición que comenzaba a consolidarse como un centro relevante en la región pampeana. Fundada originalmente como el Fortín de San Juan Bautista el 30 de mayo de 1779 por el capitán Pedro Nicolás Escribano, para esa época ya había dejado atrás su carácter de mera avanzada militar en la frontera con territorios indígenas y se perfilaba como un asentamiento con una identidad propia, marcada por la ganadería y una incipiente actividad comercial y social.
Hacia 1875, Chascomús vivía un momento de crecimiento impulsado por la llegada del ferrocarril, un hito clave en su desarrollo. El Buenos Aires Great Southern Railway (Ferrocarril del Sud) extendió su línea hasta la ciudad en 1865, conectándola con Buenos Aires y facilitando el transporte de productos, especialmente ganado y cueros, que eran la base de su economía. Para 1875, esta conexión ya había transformado la dinámica local, permitiendo un flujo más constante de bienes y personas. La estación ferroviaria, inaugurada en ese contexto, se convirtió en un núcleo vital para la ciudad, atrayendo comerciantes, inmigrantes y nuevas oportunidades económicas.
La población de Chascomús en esa época era aún modesta pero creciente. Aunque no hay censos exactos para 1875, el primer censo de 1780 registró 374 habitantes, y para el Censo Nacional de 1869, el partido de Chascomús tenía alrededor de 5.000 personas. Hacia 1875, se estima que la población seguía aumentando lentamente, influida por la llegada de inmigrantes europeos, especialmente gallegos e italianos, que se sumaban a los pobladores originales: milicianos, gauchos y descendientes de esclavos afroargentinos. La ciudad fue reconocida oficialmente como tal por la Legislatura Provincial en 1873, lo que reflejaba su evolución administrativa y su importancia creciente.
El paisaje urbano de Chascomús en 1875 era sencillo pero funcional. La traza de la ciudad, diseñada en damero alrededor de la Plaza Independencia (frente a la laguna), ya estaba definida. La laguna de Chascomús, la más grande del sistema de Las Encadenadas, era un elemento central no solo geográfico sino también económico y cultural. Sus márgenes proveían agua y sustentaban actividades como la pesca y el pastoreo, mientras que las tierras bajas circundantes, típicas de la Zona Deprimida del Salado, eran ideales para la ganadería extensiva, el pilar económico de la región. Estancias como las de los Anchorena o los Casco, algunas de las cuales databan de las primeras concesiones de tierra en el siglo XVIII, dominaban el campo circundante.
En lo social y político, Chascomús aún cargaba ecos de su pasado tumultuoso. En 1839, había sido escenario de la Batalla de Chascomús, parte de la Revolución de los Libres del Sur contra el régimen de Juan Manuel de Rosas, un episodio que terminó en derrota para los rebeldes pero dejó una marca en la identidad local. Para 1875, con Rosas ya fuera del poder y Argentina bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda, la ciudad vivía una estabilidad relativa, alineada con el proyecto nacional de orden y progreso. La designación de autoridades civiles, como el Alcalde de la Hermandad desde 1808, había dado paso a una estructura municipal más formal tras 1873.
La vida cotidiana en 1875 giraba en torno a la plaza, la iglesia y las pulperías. La parroquia Nuestra Señora de la Merced, construida en el siglo XVIII, era el corazón religioso y un punto de encuentro comunitario. Las pulperías, como la atendida por Fermín Rodríguez desde décadas atrás, servían de espacios sociales donde gauchos, comerciantes y viajeros intercambiaban noticias y productos. La arquitectura era simple: casas de adobe con techos de teja, algunas con rejas voladas, reflejaban la influencia colonial aún presente.
En resumen, Chascomús en 1875 era una ciudad en ascenso, beneficiada por el ferrocarril y su ubicación estratégica cerca de Buenos Aires. Aunque seguía siendo un lugar rural, con una economía ganadera y una sociedad marcada por sus raíces coloniales e inmigrantes, ya mostraba signos de modernización y una identidad que combinaba tradición y apertura al cambio, sentando las bases para su futuro desarrollo.
Hacia 1875, Chascomús vivía un momento de crecimiento impulsado por la llegada del ferrocarril, un hito clave en su desarrollo. El Buenos Aires Great Southern Railway (Ferrocarril del Sud) extendió su línea hasta la ciudad en 1865, conectándola con Buenos Aires y facilitando el transporte de productos, especialmente ganado y cueros, que eran la base de su economía. Para 1875, esta conexión ya había transformado la dinámica local, permitiendo un flujo más constante de bienes y personas. La estación ferroviaria, inaugurada en ese contexto, se convirtió en un núcleo vital para la ciudad, atrayendo comerciantes, inmigrantes y nuevas oportunidades económicas.
La población de Chascomús en esa época era aún modesta pero creciente. Aunque no hay censos exactos para 1875, el primer censo de 1780 registró 374 habitantes, y para el Censo Nacional de 1869, el partido de Chascomús tenía alrededor de 5.000 personas. Hacia 1875, se estima que la población seguía aumentando lentamente, influida por la llegada de inmigrantes europeos, especialmente gallegos e italianos, que se sumaban a los pobladores originales: milicianos, gauchos y descendientes de esclavos afroargentinos. La ciudad fue reconocida oficialmente como tal por la Legislatura Provincial en 1873, lo que reflejaba su evolución administrativa y su importancia creciente.
El paisaje urbano de Chascomús en 1875 era sencillo pero funcional. La traza de la ciudad, diseñada en damero alrededor de la Plaza Independencia (frente a la laguna), ya estaba definida. La laguna de Chascomús, la más grande del sistema de Las Encadenadas, era un elemento central no solo geográfico sino también económico y cultural. Sus márgenes proveían agua y sustentaban actividades como la pesca y el pastoreo, mientras que las tierras bajas circundantes, típicas de la Zona Deprimida del Salado, eran ideales para la ganadería extensiva, el pilar económico de la región. Estancias como las de los Anchorena o los Casco, algunas de las cuales databan de las primeras concesiones de tierra en el siglo XVIII, dominaban el campo circundante.
En lo social y político, Chascomús aún cargaba ecos de su pasado tumultuoso. En 1839, había sido escenario de la Batalla de Chascomús, parte de la Revolución de los Libres del Sur contra el régimen de Juan Manuel de Rosas, un episodio que terminó en derrota para los rebeldes pero dejó una marca en la identidad local. Para 1875, con Rosas ya fuera del poder y Argentina bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda, la ciudad vivía una estabilidad relativa, alineada con el proyecto nacional de orden y progreso. La designación de autoridades civiles, como el Alcalde de la Hermandad desde 1808, había dado paso a una estructura municipal más formal tras 1873.
La vida cotidiana en 1875 giraba en torno a la plaza, la iglesia y las pulperías. La parroquia Nuestra Señora de la Merced, construida en el siglo XVIII, era el corazón religioso y un punto de encuentro comunitario. Las pulperías, como la atendida por Fermín Rodríguez desde décadas atrás, servían de espacios sociales donde gauchos, comerciantes y viajeros intercambiaban noticias y productos. La arquitectura era simple: casas de adobe con techos de teja, algunas con rejas voladas, reflejaban la influencia colonial aún presente.
En resumen, Chascomús en 1875 era una ciudad en ascenso, beneficiada por el ferrocarril y su ubicación estratégica cerca de Buenos Aires. Aunque seguía siendo un lugar rural, con una economía ganadera y una sociedad marcada por sus raíces coloniales e inmigrantes, ya mostraba signos de modernización y una identidad que combinaba tradición y apertura al cambio, sentando las bases para su futuro desarrollo.
Envíado por OldPik el 7 de enero de 2024
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