Sierra de Córdoba
circa 1920
Hacia 1920, las sierras experimentaban un auge ligado al desarrollo económico y social de la provincia. La mejora de las vías de comunicación, como caminos y el ferrocarril, facilitaba el acceso desde la ciudad de Córdoba y otras regiones. El Tren de las Sierras, que conectaba la capital con localidades como Cosquín y La Falda, estaba en pleno funcionamiento, impulsando el traslado de personas y mercancías. Esto permitió que las sierras se convirtieran en un refugio para la clase alta cordobesa y porteña, que buscaba escapar del calor del verano en las tierras bajas y disfrutar del clima fresco y los paisajes serranos.
Los principales valles, como el de Punilla, Calamuchita y Traslasierra, eran el corazón de la actividad en la región. En el Valle de Punilla, localidades como Villa Carlos Paz y Cosquín comenzaban a perfilarse como centros turísticos. En 1920, Villa Carlos Paz ya atraía visitantes por el río San Antonio y sus arroyos, aunque aún era un pueblo pequeño comparado con el desarrollo que tendría décadas después. Cosquín, por su parte, era conocida por sus condiciones climáticas ideales para tratar afecciones respiratorias, lo que llevó a la construcción de sanatorios y hoteles. La Falda, con su famoso Hotel Edén, era un ícono de lujo y sofisticación, frecuentado por personalidades nacionales e internacionales desde fines del siglo XIX y aún en auge en los años 20.
Económicamente, las sierras seguían siendo una zona de producción agrícola y ganadera. En las laderas y valles se cultivaban frutas, como manzanas y duraznos, y se producía miel y quesos artesanales. La ganadería, especialmente de vacunos y ovejas, era común en las áreas más altas. Además, la extracción de minerales, como el cuarzo y el wolframio, comenzaba a tomar relevancia en algunos sectores, aunque no al nivel de otras regiones argentinas.
Culturalmente, las sierras también estaban marcadas por la presencia de comunidades locales y las tradiciones gauchescas, que convivían con el influjo de inmigrantes europeos, especialmente alemanes e italianos, quienes dejaron su huella en la arquitectura y las costumbres. En 1920, la región era un mosaico de ranchos, estancias y pequeñas villas que empezaban a modernizarse con la llegada de la electricidad y otras innovaciones.
El paisaje natural de las Sierras de Córdoba en esa época era más virgen que hoy. Los bosques de molles, espinillos y quebrachos blancos cubrían las laderas, mientras que los ríos y arroyos, como el Cosquín, el San Antonio y el Mina Clavero, fluían con aguas cristalinas que eran un atractivo central. Sin embargo, ya se percibían los primeros signos de intervención humana, como la deforestación para agricultura y la construcción de represas, como la de San Roque, inaugurada en 1890 y ampliada en los años siguientes, que alteró el equilibrio hídrico de la región.
En resumen, en 1920, la Sierra de Córdoba era una tierra de contrastes: un refugio natural que comenzaba a abrirse al turismo y la modernidad, mientras mantenía su esencia rural y su rol como pulmón verde de la provincia. Su evolución en las décadas siguientes la consolidaría como uno de los destinos más emblemáticos de Argentina.
Contributed by OldPik on January 7, 2024
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